VV.AA. | poesía
Sin original de referencia
Signos grabados en conchas de carey y huesos de búfalo. Signos que ostentan las vasijas sagradas y los utensilios de bronce. Adivinatorios o utilitarios, se presentan ante todo como trazos, emblemas, actitudes fijas, ritmos visualizados. Porque es independiente del sonido e invariable, porque forma una unidad en sí, cada signo preserva la ventura de seguir siendo soberano y, con ello, la de perdurar. Así, desde los orígenes, la escritura se niega a ser un mero soporte del idioma hablado: su desarrollo constituye una larga lucha por asegurarse la autonomía y la libertad de combinación. Desde el origen, se hace patente la relación contradictoria, dialéctica, entre los sonidos representados y la presencia física tensa hacia el movimiento gestual, entre la exigencia de linealidad y el deseo de evasión espacial. ¿Cabe acaso tildar de “reto insensato” el empeño de los chinos por hacer valer esta “contradicción”, y mantenerla durante cerca de cuarenta siglos? Se trata, en todo caso, de una aventura bastante asombrosa. Vale decir que los chinos, con su escritura, aceptaron una apuesta ante la que no se echaron atrás, una apuesta singular con la cual, sobre todo los poetas, salieron favorecidos. (Editorial)